Los antiguos chinos entendían al ser humano como un microcosmos del universo que les rodeaba, fundado por las mismas fuerzas primitivas que motivaban el macrocosmos. Se imaginaban a sí mismos como parte de un todo no dividido, llamado Tao, un continuo singular de relaciones dentro y fuera. El concepto chino de Qi (chi) simboliza la vida en todas sus formas: pensamientos y emociones, tejidos y sangre, vida interior y expresión exterior.
El cuidado del espíritu humano no era menos esencial que el cuidado de la estructura física para ellos y por esto promulgaban el cultivo del bienestar de forma holística o integral; es decir, acumular los recursos necesarios en tiempo de bonanza y de plenitud en la salud para que cuando las tormentas de la enfermedad irrumpan en el camino y el zarpazo del dolor, siempre al acecho, intente doblegarnos; nos encuentre fuertes y no seamos vulnerables a su poder.
Mantenerse en un estado constante de bienestar requiere de un compromiso en el continuo proceso de aprender a estar más animado, más conectado y en definitiva más lleno de vida o Qi.
En la medicina china, la salud es la capacidad de un organismo para responder adecuadamente a una amplia gama de desafíos de forma que se garantice el mantenimiento del equilibrio y de la integridad.
La relación que establecen entre los patrones físicos y emocionales nos hace vernos cual galaxia con sus planetas orbitando (órganos internos) y recorriendo el cuerpo a través de canales como el entramado de ríos que atraviesa la tierra.
Nuestra forma física, la manera de movernos y comportarnos, nuestros síntomas, gustos y sabores preferidos, el olor corporal, color de la lengua, el sonido de nuestra voz, el pulso etc… habla de nuestra naturaleza individual y de la predominancia de cada uno de los cinco elementos, que son la base de la medicina china.
A continuación, detallo estos cinco elementos y el órgano que los rige, así como la emoción que está asociada a cada uno de ellos y cómo podemos detectarlo con solo observar nuestro rostro.
Aunque las emociones sean difíciles de definir y catalogar, sus efectos profundos y tangibles no deberían menospreciarse, ya que en medicina china se consideran entre los factores que más influyen en nuestra salud.
Un ejemplo de cómo puede afectarnos la tristeza prolongada en el tiempo
La persona se aísla y se defiende del placer del vínculo y del dolor de la pérdida. Dispone su vida con el propósito de evitar el riesgo y los caprichos de la pasión. Puede volverse posesiva, codiciosa y dominante en su esfuerzo por controlar el entorno. En su afán por autoprotegerse puede llegar a mantenerse demasiado apartada e inaccesible a la verdadera intimidad. Es agradable pero fría. Su vida está diseñada para mantener sus sentimientos en el interior. Sin el orden estricto de su vida cotidiana, esta persona se vuelve completamente vulnerable y amenazada.
El órgano y la víscera que sufren la consecuencia de esta tristeza, son los pulmones y el intestino grueso, y se manifestará en forma de asma, estreñimiento y frigidez.
De esta forma, la medicina china descubre el impacto del trastorno en toda la persona: la enfermedad remodela la vida mental, emocional y física. Y cada personalidad “fabrica su enfermedad”, no por un acto de voluntad consciente, sino como consecuencia de sus predisposiciones, hábitos y tendencias. Así se manifiesta la debilidad y fortaleza de su propia naturaleza.
La Nutrición Zen
En la medicina china, lo que somos determina lo que más nos conviene comer. Y se considera que lo que comemos afecta a la expresión de lo que somos. Los alimentos se seleccionan según la correspondencia con los patrones individuales. Así, a las personas que se caracterizan por el frío y la sequedad les conviene tomar alimentos calientes y humectantes; las personas con calor y humedad necesitan alimentos fríos y que sequen y las personas con estados de agotamiento necesitan alimentos que repongan sus deficiencias; no todo el mundo se beneficia de la misma manera de los alimentos que poseen la misma cantidad de nutrientes. Es decir, el alimento de uno puede constituir un veneno para otro. Por tanto no hay una norma universal que pueda definir a los alimentos como “buenos o malos” en sí mismos.
Paradojas de occidente
El microbiólogo ganador del premio Nobel René Dubos describe las nuevas amenazas para la salud resultantes de la innovación tecnológica. Comenta que es una paradoja dolorosa y bien documentada que todos los fármacos de validez demostrada pueden llegar a convertirse en causa de enfermedad.
Algunos de los efectos tóxicos son enormemente indirectos y de acción retardada. Son el resultado de alteraciones en el equilibrio fisiológico y ecológico del organismo. Su mecanismo no reside en las reacciones químicas o fisiológicas que implican relaciones directas de causa-efecto, sino más bien en complejas respuestas interrelacionadas producidas por todo el organismo integrado, incluyendo su flora microbiana autóctona.
La otra paradoja del modelo de medicina occidental es que separa lo indivisible. Han logrado diseccionar con tanto éxito el cuerpo humano que ahora sufre de “hiperseparación”, en la cual el todo ya no se percibe como una entidad significativa. Lo que antes era un círculo indivisible, un continuo completo, se convirtió en línea recta de causalidades sucesivas en donde los acontecimientos se volvieron fortuitos, perdiendo las relaciones intrínsecas de unos con otros. La mente ha quedado separada del cuerpo; la enfermedad de la persona que la tiene; el agente patógeno específico del proceso total de la enfermedad; las partes entre sí; los síntomas del origen de la dolencia; y los pacientes de su propia responsabilidad y posibilidades.
¡Espero que este post sea una ventana más hacía vuestro autoconocimiento y que os ayude en el trazado del mapa cuyo destino sea el bienestar!
Me encantaría leer tus impresiones en los comentarios.
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